Redactar un relato

Sentado frente a la pantalla del ordenador Jaime Vera, un joven redactor de radio, piensa y piensa acerca de la historia que debe entregar, con prontitud, en la emisora para la cual colabora dos veces por semana. Concentrado en la idea de elaborar una ficción, que paulatinamente, vaya tomando forma de realidad virtual . . .
Una tropológica frase ronda por su cabeza, sin saber muy bien que construir con ella. Puesto que, su imaginación no sale del, ya clásico en él, bloqueo opta por anotarla, repetidamente, en una hoja en blanco.

El puerto color de cielo, El puerto color de cielo, El puerto color de cielo . . .


Aún así, Jaime no consigue despertar la más mínima atisbadura creativa. Hace entonces un breve paréntesis, enciende su equipo de música, abre la tapa del CD, y mete un disco de su cantaor de flamenco predilecto; ese instante de audición lo devuelve al mundo de lo onírico, espacio donde él más cómodo se siente para crear. Ya, en un particularismo estado de trance, las palabras en su mente brotarían, como aleteadoras mariposas que surcan el puerto color de cielo, y asomarían por sus quijotescos ventanales la lluvia en su rostro.
Tal, es la belleza en el abrazo de sus palabras que por ella, Jaime, grita su risa clara. Con toda su capacidad reflexiva a flor de piel va desgranando, cual varador olivero, cada sílaba, cada oración, cada paráfrasis . . . En el éxtasis de su creación un recuerdo vino a morderle, su lunes, que a él le obliga a responder al compromiso de entregar un texto.
Apurado por el tiempo, que lo devuelve a la cruda realidad, su idea se materializa en la frase con la que inicia su relato de la manera siguiente: "Tras atar bien atado su infante cadáver y llenarlo de piedras, se lanzó a la vertiginosa [vida] agarrándose a la balsa de cuanto debía [vivir]. . .

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