El beso de la muerte

Me arrastro, me deslizo por su cuerpo en silencio. Siento cómo se eriza su piel a mi paso. Piernas, cadera, torso y, por fin, su ansiado cuello. Abro la boca para saborear el manjar que me espera, su ansiado cuello. Saco mi lengua bífida y recorro su cuello, planeando cuál será el lugar idóneo en el que depositar mi simiente. Al fin, dientes, lengua y cuello se unen, formando una mezcla de desconcierto y placer en mi cabeza. Vuelvo en mí; es el beso de la muerte.

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